UN SEGUNDO

- ¿La sigues amando?

La pregunta retumba en tu cabeza buscando un lugar dónde esconderse. Miras a sus ojos con miedo, esperando, deseando, que no sea capaz de advertirlo. Sabes que debes responder sin vacilar, no hay dudas, la respuesta es clara, ha de ser clara. El tiempo se detuvo en el instante en que apareció el signo de interrogación. Puedes observar a esa mosca que revoloteaba nerviosa por tu brazo; inmóvil, como de cartón piedra, podrías cogerla con sumo cuidado, abrir la puerta del café y dejarla en su misma posición, pero fuera, libre, salvarías una vida de la muerte segura a manos de una luz azul. Regresarías a tu lugar y podrías seguir mirando esos ojos vidriosos frente a ti, congelados en el momento en que acabaron su frase. Reunes la fuerza que te queda, el aliento y una falsa, y esperas que creíble, serenidad. Y te escuchas decir que no. Un no rotundo, sin opción a la réplica. Quería una respuesta y se la has dado. Un "no" que no retumba en tu cabeza, simplemente se ha instalado en tu estómago. En el instante en que has pronunciado esas dos letras has sentido como le fallabas a algo mayor, como has renunciado a aquello que veneras a diario, y tienes miedo, y sientes que has perdido la dignidad. En el instante en que has negado tu realidad una lágrima lucha por escapar, y es que la verdad tiene que salir por algún lugar. Rezas para que la lágrima delatora se detenga, que no brote, pero la verdad por algún lugar ha de salir... de repente notas tu cuerpo mojado, empapado completamente. Tus rezos han sido escuchados, llueve dentro del café, el agua esconde tu lágrima.

Todo ha pasado tan rápido... has pronunciado la pregunta maldita, la que te quitaba el sueño a diario desde hacía tanto. Has pensado tantas veces como sería ese momento, el momento inevitable, el que cada vez que posponías te partía el alma. Pensabas que sería eterno y ha pasado delante de tu cara como un rayo. Has mirado sus labios, su frente, sus pómulos, sus orejas, sus cejas, sus ojos...y has soltado la frase sin más. No ha tardado más de un segundo en responder, de forma concisa, sin titubeos, y de repente ha saltado la alarma anti-incendio del café. El agua os empapa, pero no os movéis. Ahora te toca decidir, otra vez más. Desearías no haber visto esa lágrima furtiva.