20.7.09

DE PRINCESAS Y PÁJAROS (está el mundo lleno)

Es posible que exista un cuento en el que la protagonista sea una princesa. Una princesa bonita, amable, sincera, pero es muy probable que no fuera una princesa risueña. Una de las causas por las que sería una princesa más bien triste podría ser la soledad. Tal vez fuera una princesa en un castillo vacío, sin príncipes azules, sin brujas malvadas que la entretengan con sus pérfidos planes, con un sinfín de jardines a su alrededor pero sin carcajadas que los llenen.
En el supuesto que este cuento exista la historia debe continuar en estos mismos jardines.
Cada tarde la princesa salía a pasear junto a las rosas, jazmines, robles, pinos, tulipanes, abetos, acacias, lirios, orquídeas... que habitaban en los jardines reales. El silencio siempre la acompañaba y las flores parecían burlarse, tan bellas y acompañadas, a su paso.
Esta sería la rutina de una princesa sola, pasear cada tarde por los mismos caminos, mecánicamente, sin esperar nada más. Y así seguiría este cuento hasta el infinito, si no fuera por que en una de esas tardes en la que nuestra protagonista caminaba sin mirar atrás un pequeño pajarillo se le posó en el brazo. Era un pájaro pequeño, de color azul, con alguna pluma amarillenta, se quedó quieto en el brazo de la princesa y empezó a cantar. La princesa no quería mover un músculo para no asustarlo...para su sorpresa el pájaro siguió en su brazo cuando ella continuó su camino. Por primera vez paseaba acompañada, escuchando algo más que su propia respiración. Al acabar el paseo el pájaro levantó el vuelo y desapareció entre los árboles.
Una gran angustia invadió a la princesa. Y hubiera sido una princesa mucho más triste a partir de ese día, si no fuera por que ya no pasó una sola tarde en la que el pájaro no apareciera en el jardín y la acompañara en su paseo.
Y aquí podría acabar este cuento. Pero existe la posibilidad de que nuestra princesa tuviera miedo de perder a su nuevo amigo. Para estar más tranquila encargó al joyero del reina que elaborara una cadena de oro, la cadena más fina y larga que pudiera, una cadena de un kilómetro con un cierre para una patita de pájaro. Cuando la cadena estuvo acabada se dirigió rápidamente al jardín para encontrarse con su amigo. El pájaro apareció inmediatamente. La princesa con sumo cuidado le colocó el cierre y el pájaro continuó con su canto.
Ella no quería provocar ningún mal al pájaro, sólo quería asegurarse que si necesitaba de su compañía en algún momento, con un solo tirón de la cadena, éste aparecería y la llenaría de alegría.
Y ahora el cuento debería continuar, seguro que algo pasaría, ¿bueno? ¿malo? quien sabe... o tal vez sea un cuento sin final, de esos que nadie se preocupa en terminar, historias en las que se cambia felicidad por libertad.

6.7.09

DE PASEO POR MADRID


Y esto es lo que vi desde las alturas. ¿No está mal, no?