19.11.07

AUSENCIAS

...y un día entendió que hasta entonces no había tenido hogar, iba mendigando cariño por las calles sin importar de dónde le llegara. Pobre en caricias y en abrazos, suspirando por una limosna para pasar el día.
Mendigo de sonrisas,
dejó de pedir.

15.11.07

ù_ú

Lo odio, no puedo con él y hoy no me ha dejado en paz en todo el día.

¡Puto frío!

8.11.07

PARA MÍ

Hoy es uno de esos días en los que me rondan mil ideas, sentimientos encontrados, la cabeza me va a mil
pum pum pum pum pum
martilleos incesantes en las sienes.

Hoy es uno de esos días en los que querría explicar todo lo que me pasa por dentro, pero las palabras se aturullan, no encuentran orden, descontrol emocional
pum pum pum pum pum pum pum
no hay silencio que acompañe la soledad, sólo ruido indescifrable.

Hoy es uno de esos días en los que las palabras no se dejan atrapar, huyen asustadizas negando la paz y escapan por mis dedos en el momento más inapropiado, hacia el destino menos adecuado.

Hoy es uno de esos días...

7.11.07

OTRA CAPA MÁS

Siempre volvía triste.
- ¿Qué te pasa pequeña?
Con un brillo delator en los ojos ella le contaba a su abuelo que en el camino a casa había un muro, un muro descuidado, olvidado, abandonado. La niña lo tocaba suavemente, con cuidado, no fuera que su manita lo hiciera caer y reseguía con sus dedos una enorme grieta que lo atravesaba de arriba a abajo.
El abuelo no podía soportar ver el dolor de su nieta, ver cómo cada tarde la tristeza se apoderaba de ella. Una mañana, bien temprano, se puso el mono de su antiguo trabajo y salió de casa con un solo fin; sentir la alegría de su pequeña y verla sonreír.
Rascó la superficie del muro y lo pintó de color mar (como le gustaba a su niña). Cuando estaba dispuesto a dar por finalizada su tarea deparó en la grieta que partía el muro. Sabía que la pequeña no podría ser feliz viendo como el muro se rompía en dos, así que compró unos carteles; de bosques, de animales, de cascadas, de flores... y tapó la grieta con un par de ellos.
La niña regresó a casa con una sonrisa inacabable, se agarró a su abuelo y lo abrazó como sólo saben hacer los niños. Así volvía cada tarde del colegio la pequeña, con la sonrisa dibujada en su rostro.
El abuelo vigilaba que el muro siempre estuviera bien; si se rompían los carteles pegaba otros, si la pintura se desgastaba le daba una nueva capa. Pasó un año y ni un día más vio su abuelo la tristeza resbalar por sus mejillas.

Tan feliz era el abuelo haciendo eso por ella... ¿cómo iba a ser capaz de contarle que al poco de pintar el muro ella había vuelto por otro camino? ¿cómo podría confesarle que la otra cara del muro seguía igual?

6.11.07

INNEGABLE

Si un día me buscas...


te aseguro que me encuentras.

5.11.07

LA CIMA

La última vez que hablamos de RanitA contamos cómo perdió un pedacito de su corazón, pobre ilusa. De eso hace ya unos cuantos meses... pues es ahora el momento de narrar la historia de cómo intentó nuestra amiga recuperar su 1% vendido.
Desde el momento en que RanitA cedió a Robrerto parte de su corazón ésta se sintió cansada, triste, vacía y sentía una nostalgia tan grande y desmesurada por un porcentaje tan pequeño de su cuerpo que decidió que debía hacer algo para volver a sentirse completa.
La pequeña rana, decidida a ser tan feliz como lo había sido no hacía mucho tiempo, se dedicó día y noche a estudiar el acuerdo que había firmado con el señor Demonio. Tras releerlo mil veces, ponerlo del derecho y del revés y analizar cada matiz de las cláusulas, RanitA descubrió una pequeña nota, casi invisible de lo diminuta que era. ¡Había dado con la solución!
En dos brincos se presentó delante de Robrerto y sin vacilar le mostró el acuerdo y la nota a pie de página.
"Este contrato podrá ser anulado si el cliente, bajo su responsabilidad, consigue llegar a la cima de la montaña Sinfín"

El malvado basilisco se quedó pálido. ¿Cómo era posible que esa rana tan confiada hubiera dado con la nota? Pero al instante se le pasó el disgusto... la montaña Sinfín...sería imposible que esa pequeña animalilla llegara a la cima. Robrerto puso la mejor de sus sonrisas y le dio toda la razón a su cliente, así que sin más esperas se dirigieron hacia el pie de la Sinfín.
Se fueron acercando a su destino y RanitA comprendió el motivo de la sonrisa que vistió Robrerto durante todo el viaje. ¡Era una montaña altísima! tan alta que no conseguía ver su final. Pero la valiente saltarina apretó sus ancas y apartó cualquier duda que la alejara de su meta. Sin pensarlo dos veces pegó un brinco y así inició el camino hacia la cima.
Robrerto no podía creer el ritmo que mantenía nuestra protagonista, tan sorprendido estaba que temió que ésta pudiera conseguir recuperar por completo su corazón...así que, con una mirada oscura como la noche, llamó a uno de sus secuaces para que llevara a cabo el plan de emergencia. RanitA seguía subiendo, salto a salto, sin mirar atrás, con la vista fija en el camino y en sus ancas decididas a llegar a lo más alto...y fue entonces cuándo sintió que un gran peso caía sobre sí.
- Debes llegar hasta la cima cargando este saco- le dijo la ardilla que se lo había colocado encima sin tan solo avisarla- es una nueva condición ordenada por Robrerto.
El peso que llevaba en su espalda era tan grande, ella era tan pequeña...que sus ancas no tenían fuerza para saltar. Intentó moverse un poquito, pero el peso la empujó hacia atrás y calló rodando un buen trecho. Había vuelto atrás, de nuevo la cima se encontraba tan lejos...tan distante... en el momento en que Ranita se iba a dar por vencida notó como su corazón se quejaba, cómo le dolía ese vacío que guardaba en su interior, y con un esfuerzo que ella creía increíble se puso a cuatro ancas y pegó un pequeño saltito, casi imperceptible, pero suficiente para seguir adelante.
Pasaron muchos días, semanas y dicen que tal vez algún que otro mes y RanitA seguía en su empeño por llegar a la cima de la montaña Sinfín. Tan concentrada iba en su tarea que no se dio cuenta que el saco que cargaba ya no le pesaba tanto, ni siquiera se percató que había momentos en los que olvidaba que llevaba un peso. Se había hecho fuerte y sus saltos cada vez eran más largos. Tan largos y constantes que una tarde en la que el sol acariciaba su piel suavemente vio la cima, su meta, el final de su camino. Dando saltos, esta vez de alegría, se plantó en todo lo alto de la montaña y llena de orgullo miró el camino recorrido, todas las noches de sufrimiento, todos los obstáculos que se le habían presentado, todas las dudas que la habían acompañado... y sin ningún esfuerzo lanzó al suelo el pesado saco.
Robrerto sabía que la pequeña luchadora había conseguido recuperar su corazón. Lo sabía ya hacía algunos días...pues a cada obstáculo superado, a cada salto hacia la cima, pequeñas partículas del trocito de corazón de RanitA salían flotando hacia su dueña, hacia su verdadero hogar.