3.2.08

ENCIERROS

Sus gritos deberían ser escuchados a kilómetros de distancia. Cuando su garganta se partía, ahogando su llamada, eran sus puños los que golpeaban con tanta fuerza que cualquier muro se resentiría. Pero todo era inútil, sus manos sangraban, su voz se perdía en aquella habitación oscura y vacía. Sabía que detrás de esas paredes había alguien, lo podía notar... una presencia familiar que se acercaba a la pared. Podía sentir cómo la mano acariciaba el muro, y luego se alejaba lentamente. La desesperación que la envolvía le daba fuerzas para no desfallecer, para seguir buscando una salida en esa habitación sin puertas ni ventanas. En esa habitación en la que un día despertó, sin un pasado, sin nada que recordar, sólo cuatro paredes blancas de las que sabía que debía escapar.

Cada tarde, al salir del trabajo, se dirigía a paso lento hacia el centro. Caminaba mientras repasaba mentalmente la lista de la compra, la última reunión del día o la última canción que se había acomodado en su cabeza. Caminaba hacia al centro...una rutina autoimpuesta ya hacía más de dos años. En la entrada saludaba con un simple movimiento de cabeza a la recepcionista, la cual hacía tiempo había desistido de intentar entablar una conversación. Era como un fantasma, una aparición que tan sólo podías llegar a intuir. Abrió la puerta sin llamar y se acercó a ella. Estaba sentada en la silla, como cada tarde, mirando hacia la ventana. Su mirada vacía, como cada tarde. Su cuerpo inmóbil pero vivo, como cada tarde. Su silencio infinito, como cada tarde. Puso la mano sobre su cabeza, acarició sus mejillas y la besó suavemente sin recibir respuesta alguna, como cada tarde...

6 comentarios:

dintel dijo...

Elemental, querida Watson, como cada tarde...

Eyes dijo...

Rutinas

dintel dijo...

Después de decirme que "has dejado de buscar" he vuelto a leer este, tú último post, y le he visto un trasfondo diferente.

Un secreto: Si escribes, buscas.

Hei Jei dijo...

qué desesperanzador!

:)

Mul dijo...

Muy triste, sip...

Nusa...

Mª Teresa Martín González dijo...

Ummmm. Me ha gustado bastante. Triste pero con un gran trasfondo.
Un saludo